lunes, 25 de noviembre de 2013

Trashumancia 2013 en la comarca de Puertollano desde la Serranía Conquense hacia el Valle de Alcudia.


El rebaño, compuesto por 1.400 ovejas, propiedad de los hermanos Manuel y Antonio Cardo, procede de la localidad conquense de Vega del Codorno. Iniciaron su viaje hacia el Valle de Alcudia el pasado 3 de noviembre y llegaron a su finca de destino –El Cañaveral- el día 25.

Este desplazamiento, que realizan dos veces al año, busca acceder a los pastos invernales del valle, y a las temperaturas más suaves que en sus lugares de procedencia.

Los hermanos Cardo y sus ovejas pasaron la noche del sábado al domingo en las inmediaciones de Argamasilla de Calatrava. Desde allí, el domingo día 24, iniciaron la travesía de Puertollano por la Cañada Real Soriana Oriental, hasta enlazar con el Cordel de la Alcoba, por el que transitaron hasta llegar al Puerto de Mestanza. A partir de ahí, ya en tierras del Valle de Alcudia, se dirigieron hasta la cercanía de Mestanza, en donde pasaron de nuevo la noche. Ya el lunes, atravesaron esta localidad para dirigirse, por la Vereda de la Antigua, hasta la finca del Cañaveral, donde pasarán el invierno.

En el mes de mayo, y una vez esquiladas todas las ovejas, regresarán de nuevo a la Serranía de Cuenca.

Durante las dos últimas etapas de su viaje a la zona de invernada, varios miembros de Ecologistas en Acción-Valle de Alcudia acompañaron al rebaño. El último día, los niños de 5º y 6º curso del Colegio Giner de los Ríos de Puertollano se incorporaron a la travesía, para conocer y disfrutar de esta experiencia única.


Fotos: Vicente Luchena
El rebaño atravesando Puertollano:





 Carril-bici de Puertollano-Dehesa Boyal:



 En el Valle de Alcudia:







 Cruzando la localidad de Mestanza:





En la última etapa, alumnos de 5º y 6º curso del Colegio Giner de los Ríos de Puertollano acompañaron al rebaño trashumante:


domingo, 10 de noviembre de 2013

2013-11-10: Garlitos-Siruela


Fotos: Vicente Luchena Rodríguez


Crónica de la ruta
Pilar Monescillo Castellanos

8 horas del domingo 10 de Noviembre de 2013. El día pinta bien, fresco pero claro y el ánimo de pasar un día saludable con los que gustamos de andar caminos.

Cruzamos la planicie del Valle de Alcudia, Alamillo, Guadalmez. El sol a estas horas va calentando lentamente los campos escarchados, mostrándonos el verdor de los prados y alargando las sombras de alcornoques y encinas repletas de bellotas, para alimento de los rebaños de ovejas, cabras, vacas y cerdos.

Tomamos dirección por la angosta carretera que nos conducirá a nuestro destino, el paisaje se hace mas montañoso, divisando la cordillera que recoge las aguas para anegar los valles y convertirlos en pantano, llamado de la Serena. Cruzamos puentes para llegar a tierra, a lo lejos algún pescador ha madrugado y esta lanzando sus cebos.

Llegamos a Garlitos, tras hora y media de viaje. Estiramos las piernas y buscamos un bar donde tomar fuerzas para acometer la caminata, que en esta ocasión será de 18 Km. Creo que casi todos tomamos café con magdalenas y algún bollo, ya que, en esta ocasión, no había elección para los que nos gusta una tostadita con su aceitito en días de marcha.

En los primeros metros que andamos por el pueblo nos encontramos la Iglesia de San Juan Bautista que data del S. XVI. Salimos de Garlitos por el camino que conduce a la Ermita de la Virgen de Nazaret, que se nos aparece al frente con su  espadaña escalonada y sus campanas. La construcción data del S. XIII, siendo la Virgen de Nazaret la patrona de Garlitos, y sus fiestas patronales se celebran el día 8 de Septiembre.

En este punto nos encontramos con el inicio de la etapa señalizada, una ruta de pequeño recorrido (PR) que tomaremos a la inversa en la llamada “Senda de la Sierra de Siruela”. Nuestro jefe de expedición, Vicente, nos da las primeras explicaciones del trazado y orografía de la ruta que transcurre por la pista forestal del monte público “La Celada A”, situado en el Término Municipal de Garlitos dentro de la Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA) de “Sierra de Siruela”. Entre las especies de flora dominantes hay masas forestales de pinos, castaños, quejigos, arces y manchas de monte mediterráneo, y diversos tipos de  fauna que encontraremos en el mismo.

Atravesamos el “Valle de los castaños”, sorprendiéndonos gratamente por la cantidad de frutos aún en los árboles, envueltos en sus erizos y las soladas de castañas brillantes que caen al suelo para deleite de humanos que con sus cestos, bolsillos o puñados, puedan recoger en estos días de otoño, y una vez el sol se apague sirvan de alimento para animales, jabalíes o ciervos.

Nos sorprende igualmente la luz que atraviesa las copas de los castaños, mostrándonos la variedad de hojas multicolores, verdes, ocres y amarillos, creando un momento mágico en la quietud y silencio que nos rodea a los rezagados del grupo que tomamos fotos para dar fe de esos instantes.

La naturaleza también nos brinda y nos pone al paso la variedad de hongos y setas que nacen y crecen al abrigo de los pinos, especies como la amanita muscaria (color rojo y manchas amarillas, muy venenosa), Lycoperdum perlatun “pedos de lobo”, Níscalos, Macrolepiotas, Rúsulas y otras setas de poco valor gastronómico, que nos mostraron los compañeros Graci, Manolo, Charo o Juanjo con grandes conocimientos micológicos, y a los que yo personalmente agradezco por enseñarme a descubrir mi primer níscalo....

El camino se hace mas empinado, con tramos mas duros de subir hasta llegar a un mirador, tras 12 Km. aproximadamente de camino recorrido, siendo ésta la zona más alta de la ruta, desde donde podremos ver los valles y las sierras que forman la llamada “Siberia extremeña”. Magnificas vistas.

Hacemos una parada para comer, reponer fuerzas y cambiar impresiones.

El último tramo hasta llegar a Siruela es de descenso, con un desnivel de 500 m. Estamos rodeados de madroños llenos de frutos de llamativos colores rojos, amarillos, verdes y blancos o en flor, helechos, líquenes, hierbas que conservan el rocío  por ser zona de umbría. Al fondo, el gran valle de la comarca de Siberia con sus campos de olivos, acebuches y lentiscos.

Llegamos a la ermita de la Virgen de Altagracia, patrona de la localidad que celebra las fiestas patronales del 13 al 16 de Agosto.

Ya en la localidad de Siruela, final de la ruta, Manolo nos pone al corriente de la historia de la localidad, que data de los tiempos de tartesos, romanos y musulmanes, para convertirse en Señorío en el S. XIV y en Condado de Siruela en el Siglo XV. Fue centro destacado de reuniones de la Mesta por ser tierras de arraigo ganadero, y tierras de Caballeros del Temple por su cercanía a la localidad de Capilla.

La Plaza de España está formada por un conjunto arquitectónico presidido por el Palacio de los Duques de Fernán Núñez, la Torre del Reloj, la Iglesia de la Virgen de la Antigua y el Convento de las monjas Clarisas. Hasta este último nos dirigimos, para poner un punto y final dulce a este hermoso día de contrastes. Las hermanas Clarisas nos ofrecieron toda clase de dulces artesanos elaborados por ellas mismas, y una vez adquiridos no dudamos en degustarlos acompañados de un café calentito, las risas y bromas de los que gustamos de reunirnos para andar caminos y disfrutar de cada paso.

Garlitos. Iglesia de San Juan Bautista:




Ermita Virgen de Nazaret:

Garlitos:





Garlitos:

















































Siruela:







Siruela:



Ermita Virgen de Altagracia:



Palacio de los Duques de Fernán Núñez:





















Crónica de la ruta, por Manuel Mohedano Herrero

Para realizar nuestra ruta mensual nos hemos trasladado en esta ocasión hasta la “Siberia extremeña”, nombre que no debe llevarnos a engaño, pues parece que su origen está en el atraso que históricamente ha sufrido la comarca en cuanto a la falta de vías de comunicación y que se ha traducido en aislamiento, marginación y abandono y no en su similitud de clima o vegetación con las frías estepas rusas. Al contrario, sorprende gratamente las enormes masas de bosques de repoblación formadas por pinos piñoneros y negrales, encinas, alcornoques, quejigos, rebollos, madroños…

Comenzamos la ruta en la pequeña localidad de Garlitos, que ya en tiempos de los romanos tuvo su importancia, gracias a las numerosas minas (galena argentífera, zinc, cerusita, caolín) que se explotaron por estos contornos. Después de desayunar y prepararnos para el camino, atravesamos el pueblo para conocer el despliegue de su caserío en la falda de la sierra y nos dirigimos hacia la ermita de Nuestra Señora de Nazaret, patrona de los garliteños/as, con una imponente espadaña, y a cuyos pies comienza la señalizada ruta que nos disponemos a iniciar, después de una breve presentación de la misma.

La ruta transcurre al principio por un camino asfaltado entre tapias de piedra que separan pequeñas huertas, con el aspecto típico de la estación otoñal: después de atravesar el cauce de un par de arroyos, comenzamos a ascender por un bosque adehesado de encinas, alcornoques y diversos cultivos de olivos, dirigiéndonos hacia la raña, llanura sedimentaria  de transición antes de llegar a las estribaciones de la Sierra de Siruela, que hemos de atravesar para llegar a la localidad de este mismo nombre. El camino discurre ahora entre cultivos de cereales y plantaciones de olivos de curiosas formas, podados así para facilitar la recogida a mano de su fruto: este camino lleva hasta un paso canadiense tras el cual comienza un amplio pinar de repoblación, dentro del cual encontramos el Valle de los Castaños, con unos impresionantes ejemplares de estos árboles y numerosísimas castañas caídas en sus alrededores (las que se han salvado de ser merienda de los jabalíes). Tras un breve descanso para recuperar fuerzas (y para esperar a los que se llenaban de castañas los bolsillos), continuamos el ligero ascenso por el pinar hasta la zona conocida como “El mirador” que, haciendo honor a su nombre, ofrece portentosas vistas del bosque que acabamos de atravesar y de parte de la comarca de La Serena y del embalse del mismo nombre. El mirador ofrece también la posibilidad de desparramarnos entre unos escasos bancos, varias piedras y el puro suelo para descansar y dar buena cuenta de la comida que llenaba la mochila (junto a las castañas recogidas un rato antes).

Tras la comida, se impone continuar la marcha, ahora casi toda en sentido descendente, salvo alguna cuestecilla empeñada en llevar la contraria: tras los pinares, se vuelve a las encinas, alcornoque, quejigos, madroños, durillos, lentiscos, labiérnagos, brezos, y algún ejemplar del escaso arce de Montpellier. El camino de descenso hacia Siruela presenta una acusada pendiente (menos mal que no hemos hecho la ruta en sentido Siruela-Garlitos) y un estado comprometido, con numerosas piedras sueltas, fruto de la erosión provocada por el agua de las lluvias al bajar la cuesta; pero al final de la misma, la Ermita de Nuestra Señora de Altagracia ofrece la ocasión y el lugar propicios para el descanso, junto a las refrescantes aguas de sus fuentes. Después de un breve tiempo para recomponer el grupo y para visitar le ermita, el  autobús nos lleva hasta Siruela, donde todavía nos quedan fuerzas para recorrer la localidad y maravillarnos con sus monumentos más destacados: la portada del Hospital de San Francisco, la Torre del Reloj, la Iglesia de Nuestra Señora de la Antigua (el mismo nombre que en Mestanza y Solana del Pino), el Palacio de los Duques de Fernán Núñez, los edificios señoriales de sus calles y la pastelería del convento de las monjas clarisas, que nos abasteció de diferente material dulce como para pasar el invierno y del que nadie se quiso separar hasta regresar a Puertollano. Fue un magnífico día de senderismo con agradabilísimos compañeros de camino: ¡Hasta la próxima!